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Comunidad organizada, niñez y derechos humanos
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Se requirió la guerra más cruel de la historia y cien millones de muertes para que la humanidad percibiera la importancia de la dignidad de la persona humana. Un camino para que, sobre esa dignidad, los valores éticos sirvieran como idioma común y fueran capaces de reglar una convivencia pacífica sustentada en la buena fé y declaraciones de derechos fundamentales.
El principal y fracasado objetivo de la era que pasó siempre fué la paz, pero jamás llegó a convertirse en ninguna convención que impulse el Derecho. De aquella guerra que terminó en 1945 vinieron hasta el presente más de setenta años sin paz. Tiempo que tuvo el tiempo y los recursos de unos pocos para poder aniquilar la realidad, deformar el lenguaje de los principios, y lograr que en definitiva la realidad no fuera realidad.
Ahora resulta que la realidad es el fruto cartesiano de aristócratas que piensan. La verdad no es verdad en tanto no se confunda con una afirmación que surja del voto mayoritario donado por estas autocracias que nos gobiernan. Y la Ley no es la que firmaron los padres de nuestros abuelos en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, sino la interpretación académica que le dan aquellos pocos que obran para beneficio de la no realidad, de la no verdad.
Es que al fin este planeta, ha logrado que la única verdad fuera una pseudo realidad instalada por ley, mediante un discurso jurídico que no entienden los pueblos, y que no les hará libres. Pero que al fin podrá transformarse como la nieve negra, el ruido de la música, y la certeza de no saber, en derechos humanos sin dignidad para deshumanizar la humanidad.